01 ABR
2014
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106 AÑOS: ETERNA JUVENTUD


Por Pablo Jelovina
Escritor. Autor de La Pluma Más Negra. Socio Nro. 89.067
[email protected]
Twitter: @10Boedo
EtiquetasEtiquetas: Historia Azulgrana - Club

En el 106 Aniversario del nacimiento de este Sentimiento Inexplicable, aprovechamos la oportunidad para acudir una vez más a la pluma de Pablo Jelovina, autor del libro "La Pluma Más Negra". Feliz Cumpleaños Ciclón!!!

106 AÑOS: ETERNA JUVENTUD

Qué viejo está Don Ciclón, con sus 106 años a cuestas. Los lleva bien, a pesar de algunos machaques. A pesar de haber conocido alguna que otra sala de internación, de haber usado más de un respirador artificial. Los lleva como un grande los debe llevar. No hay gran mérito en vivir una vida llena de favores que le hagan a uno las cosas demasiado fáciles, como a varios de sus colegas. El devenir de la historia, ese imprevisto movimiento de hilos que tejen al azar, lo han puesto muchas veces delante de situaciones de proeza o de dolor. Sin embargo, usted supo, en cualquier caso, construir grandeza ya sea desde la gloria o desde el barro. Entiéndame bien, Don Ciclón: son méritos irrefutables saber ganar y saber perder. Pero lo es más aún saber encauzar la vida por el eje fundador, por el nervio madre, abstraído de los tiranos metales. Porque en estos 106 años, Don Ciclón, yo a usted le vi errores y contradicciones. Le vi, digamos –y no lo tome a mal– más de una miseria. Lo vi debatirse entre batallas morales y sicológicas. Lo vi al borde de entregar hasta su nombre y apellido por una pitada más de una droga que lo pudo haber llevado –y disculpe si suena fuerte– hasta el mismo suicidio. Y aunque haya tenido recaídas en su estoica rehabilitación, sigue luchando porque lo que usted no sabe de santo lo sabe de viejo. Y lo que sabe es que su lucha sin aceptar el precio de los favores es su máxima grandeza.


Repaso su historia de vida, Don Ciclón, y realmente lo admiro. Admiro que haya nacido por uno de los gestos solidarios más grandes como el de sacar a los pibes de la calle. Esa decisión de su padre hizo que usted naciera con la estrella de la comprensión, con la irrefutable identidad de la fraternidad, con la irrechazable misión de brindar felicidad.


Y entonces me lo imagino. Casi que lo veo frente a su ventana, Don Ciclón, cada amanecer, un poco dolorido porque aguantar el contragolpe de una mafia a la que se le da vuelta la cara, no es gratis. Me lo imagino casi al borde del llanto, como un viejo tonto, cuando rememora haber sido echado de su casa y de su barrio, cuando el recuerdo frío de ser desterrado hasta el infierno mismo le recorre la culpa, le rodea la impotencia. Pero también lo veo, lo sueño, repitiéndose orgulloso las imágenes de su Padre Lorenzo, de su amigo Jacobo, de su hermano Monti. Lo imagino riéndose de sus picardías con una húmeda mirada en el horizonte –ahí donde siempre descansa el tiempo– cuando de joven se iba de joda con el Nene y el Bambino, y gambeteaban las desgracias con el negro Ortiz y el manquito Casa. Cuando jugaban a que jugaban con la cara bien sucia y la rebeldía inmaculada. Y lo veo inflar el pecho de orgullo cuando se le viene a la cabeza aquella vez que juntó mango por mango para volver a tener su techo. Entonces, ¿Se imagina Don Ciclón? ¿Se imagina cómo me lo imagino hoy, que lucha por volver a la casa de su viejo, al barrio de su infancia, al lugar de donde lo echaron? Con sus 106 años a cuestas, lo veo hecho un pibe. Porque cuando la rebeldía a lo oportuno, a lo seguro, a la comodidad, te vuelve a hervir la sangre, no hay edad que pueda matarte de viejo. Lo veo hecho un pibe, Don Ciclón, qué quiere que le diga. Mientras siga soltando angelitos inquietos repletos de vida, sus años no harán que envejezca.


Estas palabras son solo para desearle un muy feliz cumpleaños, Don Ciclón. Usted sabe que seguirá siendo mi faro cuando todo lo demás se vaya apagando en la noche de las desilusiones. Y eso es porque toda su vida ha sido una constante batalla por escribir la historia con la sangre propia, por rechazar los lujosos lápices de injusticia que más de una vez te ponen en la mano. Feliz cumpleaños, Don Ciclón, y gracias, porque si hay algo que aprendí de usted es a no vender mi identidad a ningún precio.

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